Salamanca y la medida del tiempo, presentación del libro de Ana María Carabias Torres

Peón cuatro, rey...
La famosa Apertura española...
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Yo no soy mucho de ajedrez, pero esta apertura conocida universalmente dentro de este interesante mundillo de las batallas en simétricos cuadros negros y blancos me sirve para comenzar con este post de ventaja, de investigación, de iniciativa, de trabajo, de Historia, de Matemáticas, de Filosofía, de mil anécdotas, de estudios y buen hacer...
Buen hacer de los profesores que en su día investigaron y concluyeron lo que concluyeron. Y Mejor hacer el de Ana María Carabias Torres, Ana Carabias, la profesora peñarandina de Historia Moderna, al investigar y darse cuenta de que algunos de sus antecesores, profesores de la USAL, sentaran las bases, y la estructura, que rige hoy nuestro calendario, ese que diariamente utilizamos para medir el tiempo físico que controla nuestra actual sociedad. ¡Y hasta ahora nadie se había dado cuenta! Con la cantidad de investigadores que hay, y habrá habido, estudiando los aspectos de Ciencia o Matemáticas en España y que este importante aspecto haya pasado desapercibido... ¡Gracias, Ana, por tu trabajo y perseverancia!
Pues eso, una nueva apertura española allá por el mil quinientos y pico, una nueva demostración del buen hacer de los españoles en ese Siglo de Oro en el que la participación activa de las universidades, y sus profesores, fue decisiva para la historia, no sólo nuestra, sino de toda la humanidad.


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Y es que el lunes pasado estuvimos por la Facultad de Geografía e Historia de Salamanca, en la Sala de Grados (antigua capilla), para asistir a la presentación del libro Salamanca y la medida del tiempo, de Ana Carabias. Además de las palabras del Decano de la USAL, D. Francisco Lorenzo Pinar, del Director del departamento de Historia medieval, moderna y contemporánea, D. José Luis de las Heras Santos, del Catedrático de Filosofía, D. Cirilo Flórez Miguel, pude escuchar a Ana hablar, embelesada y emocionada, de la investigación reflejada en su libro. ¡Increíble! ¡Qué capacidad tan extraordinaria la de esta profesora! Yo tengo mala memoria (claro que es difícil tenerla buena, ¡si Ana se la ha quedado toda!) para reproducir aquí los datos fundamentales de todo lo que escuché, las mil fechas que mencionó, los nombres de personajes más o menos ilustres e importantes a los que hizo alusión, etcétera, etcétera. Fue un rato que se me hizo corto no, lo siguiente. Me habría apetecido estar allí escuchándola desguazar su investigación durante otro par de horas más... ¡Impresionante! Habría sido un acierto grabar sus palabras, todas, ésas que expone y comparte con tanta sensibilidad, humildad, modestia y aplomo. Si no estuviste, pues siento decirte que te lo has perdido... Por cierto, ¡qué suerte tienen sus alumnos! (los que tiene, los que ha tenido, y los que tendrá).


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Ya me corregirá ella, pero es que al parecer en torno a 1515, si no recuerdo mal (los que me conocéis sabéis que muchas veces no me acuerdo ni de la fecha de mi nacimiento), unos profesores de la USAL remitieron, como un brindis al sol, un estudio al Papa León X, que por aquel entonces había enviado solicitudes a mil y un lugares para ver si entre unos y otros podían ser capaces de clarificar las fechas para que todos los cristianos pudieran celebrar, el mismo día, la Pascua.
¡Había que poner en orden el tiempo!, y es que los desfases entre el sol y la luna, la rotación y translación de la Tierra, y no sé cuántos desvaríos astrales más, estaban generando tremendos dolores y quebraderos de cabeza a los pensadores de la época.
Yo en esto no había caído hasta que escuché hablar a Ana en la presentación del libro. Una cosa tan manida y usada como el calendario, algo tan cotidiano y a lo que, al menos yo, no había prestado atención... ¡Y no es una cuestión baladí!
Pues, cosas de la vida, los primeros informes de 1515 se perdieron por el camino. Quedarían en el limbo de los estudios o algún individuo utilizó esos legajos para calentar su trasero o asar unas castañas, que todo puede ser... Menos mal que una copia quedó en la Biblioteca de la USAL para que varios investigadores los leyeran con posterioridad y que Ana, ¡varios lustros después!, pegándose con ese embrollo de latinajos y tecnicismos varios, envueltos en fórmulas matemáticas y cuestiones astrales o filosóficas, haya sido capaz de entender y otorgar la importancia merecida a este expediente con solera.



¡Y nosotros sin centrar la Pascua!, por lo que no teníamos controlada la medida del tiempo y, lo que era peor, ¡anatema!, no se paliaba o amortiguaba esta cuestión de la Pascua que tanta hilaridad provocaba en otros sectores de la sociedad de la época... Je, je... ¡qué curioso!
No fue hasta 1578 cuando el Papa Gregorio XIII, en aquel mundo tan conservador y formal, lleno de hipocresías e incongruencias varias, después de consultar de nuevo a los profesores charros (esta anécdota también fue curiosa), cuando se estableciera como válido el método de la Universidad de Salamanca para lo que hoy consideramos la medida del tiempo en el calendario mundial.
¡Vaya hallazgo, Ana! Y todo esto propuesto desde la USAL, al servicio del Papa, al servicio de la humanidad, y el mundo sin saberlo...
Gracias Ana, disfruta de tu creación, ha sido maravilloso escuchar la explicación de tu propia boca. Descansa un poco y sé feliz, aunque me consta que estás inmersa en otras tantas investigaciones de esas escritas con jeroglíficos y jerigonzas que sólo unos cuantos elegidos sois capaces de ver, y descifrar.

Edito el post (2012-11-24) para incluir este enlace a una entrevista en TV a Ana Carabias, ¡no te la pierdas!.

Comentarios

  1. Hola Lillo, cuando he visto esta entrada en tu blog me he dado cuenta de que vivimos más cerca de lo que parece, como si la teoría de los 6 grados de separación se quedara en 4. Yo tengo una compañía de teatro, creo que sabrás quien soy. Pues bien, nos han encargado una visita teatralizada a la facultad de historia, antiguo colegio de San Pelayo. La primera casualidad es que uno de nuestros actores está estudiando historia y enseñamos precisamente la capilla, actual sala de grado, pero vamos más allá. El pasado viernes este compañero y yo íbamos a actuar a León y por el camino me dice -¿sabes que el primer objetor de conciencia de "la mili" era de Peñaranda? -. Me explicó que cuando se instauró el servicio militar allá por 1750, no recuerdo muy bien, un joven peñarandino que trabajaba en el convento de las Carmelitas fue llamado a filas. Como era necesario en el convento o por querer librarse, las monjas escribieron al rey, quien le permitió no hacer "la mili". La anécdota me resultó muy curiosa y me vino la luz -¿te lo ha contado Ana Carabias? - Efectivamente, es su profesora.
    Ya ves, ver tu artículo me he hecho recordar esta anécdota, por Ana y por el lugar. Por cierto cuando en la radio escuchaba la noticia de la presentación del libro y oía a Ana contar todo esto pensaba en cuanta gente está en la misma situación que aquellos profesores. Buenas ideas sin ser escuchadas.
    Un saludo.

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    Respuestas
    1. ¡Hombre Rubén! Me alegra leerte por estos barrios virtuales...
      Leñe, ¡qué curiosa la anécdota del primer objetor de conciencia!, je, je... Como puedes imaginar, desconocía el hecho.
      Si es que el mundo es un pañuelo y Ana Carabias es extraordinaria.
      Gracias por pasar y por dejar este interesante comentario en el blog.
      Un saludo, compañero.

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  2. Ana María Carabias Torres2 dic 2012, 19:51:00

    Estimados blogueros:
    Es verdad que el otro día en clase comenté la solicitud de exención del servicio militar de un peñarandino, que puede que sea efectivamente el primer (al menos uno de los primeros) objetor de conciencia de la historia de España.
    Como contribución a este comentario aporto la transcripción del documento concreto que llegó a Peñaranda desde Madrid tras la solicitud de las Madres Carmelitas de Peñaranda de Bracamonte de que se eximiera del servicio militar al mozo de su convento. Es un texto impreso, que no indica lugar, imprenta y año, aunque la fecha la sabemos porque la especifica el propio documento. Se encuentra en el Archivo del Convento de las Madres Carmelitas de Peñaranda de Bracamonte, y dice textualmente:
    “Madrid, 9 de septiembre de 1734 Don Alexandro González de Barcia, de los consejos de Guerra y Castilla del Rey nuestro Señor. Hago saber a todas y qualesquier justicias de las ciudades, villas y lugares de estos Reynos y Señoríos, ante quien este despacho se presentare y a quienes se comete su execución y cumplimiento, que ante los señores de dicho Real y Supremo Consejo de Guerra se presentó la petición siguiente.
    (Al margen) Petición. Señor Lucas López de Fonseca, en nombre de fray Juan de la Cruz, procurador general de su religión de carmelitos descalzos, y en nombre de todas las religiosas carmelitas, digo: Que en cada uno de dichos conventos es estilo y costumbre tener unos mozos que sirvan de criados para el servicio de cada comunidad, por no ser estilo ni práctica tener demandaderas, y con las órdenes que ay para quintar, se ausentan, con que se sigue grande perjuicio a las religiosas; y aviéndose acudido por el antecesor de mi parte pidiendo exempción, por lo que miraba a los criados de las religiosas de la villa de Consuegra, representando esto mismo por lo menesterosos que son los dichos criados para el servicio de dichas religiosas, se dio despacho por Vuestra Magestad para que no se incluya en quinta al mozo del convento, como consta del despacho que se expidió en diez y ocho de enero del año pasado de setecientos y treinta y tres. Y para que no aya controversia en todas las ciudades, villas y lugares donde ay convento de religiosas, no sean incluidos en quintas ni en levas criado alguno de ellos, a Vuestra Magestad suplico sea servido de mandar dar despacho cometido a justicias de las villas y lugares donde se hallaren dichos conventos, para que sean exemptos de entrar en quintas los referidos criados, que assí es de justicia que pido etc.. Y vista y referida la petición por los señores de dicho Real y Supremo Consejo de Guerra, se proveyó el auto siguiente:
    Dese despacho para que al mozo preciso que fuere sirviente y estuviese asalariado en cada uno de los conventos de religiosas carmelitas, las justicias no les incluyan en quintas. Los señores del Consejo de Guerra lo mandaron.
    En Madrid a primero de septiembre de mil setecientos treinta y quatro años...”
    Saludos cordiales


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